Desde hace años, los zoológicos vienen atravesando una crisis de legitimidad que obligó a repensar su existencia. Lo que antes se presentaba como un espacio educativo y de preservación, hoy es cada vez más cuestionado por su lógica de encierro, exhibición y, cuando las condiciones no son las mejores, sufrimiento animal.
En ese contexto, nacen los llamados “ecoparques”: una reconversión estética y discursiva que promete una relación más ética con la fauna, pero que, en muchos casos, conserva viejas prácticas con nuevos slogans.
Al mismo tiempo, el concepto de rewilding gana terreno como el paradigma de moda en la conservación. Basado en la idea de reintroducir especies en sus hábitats originales y restaurar ecosistemas, este enfoque es impulsado por fundaciones y actores privados con fuerte presencia territorial. Pero detrás de su relato épico —la vuelta del yaguareté, la liberación del cóndor, el retorno del guanaco— también hay interrogantes: ¿cuál es el rol del Estado en esta política? ¿Qué intereses se juegan en la gestión de la naturaleza?
Recientemente El Destape publicó una noticia donde el Dr. Rubén Darío Quintana, Investigador Superior del CONICET, Director IIIA (CONICET-UNSAM) y Presidente de la Fundación Humedales/Wetlands International advierte que no todos los proyectos de rewilding replican este éxito.
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